Este es un post un poco largo y con muchas imágenes que -espero- les resulten agradables, creo que valen la pena.
En bici a las Cascadas de San Agustín Ahuehuetla
Se han puesto muy de moda las cascadas de San Agustín Ahuehuetla en Puebla, incrustadas a medio cerro, con sus aguas frías y cristalinas, alejadas de la puerca civilización. Yo, como todo ciclista que se precie (no, ustedes que se bajan en las subiditas del lineal no cuentan 😉 ), desdeñé irme en automóvil / transporte público y me lancé en mi bici, y aquí les comparto mi experiencia:
¿Qué necesitas?
- Bicicleta en excelente estado. No querrás que algún balero se rompa a medio camino en medio de la nada, así que asegúrate que tu bici ande a la perfección. Ojo, jamás emprender un viaje largo al siguiente día de haberle dado mantenimiento, algo pudo haber quedado mal y es mejor enterarse cerca de casa.
- Parches y bomba de aire, incluso una cámara de refacción.
- Casco, ¡dah!
- Luces de seguridad pues al ser muchos kilómetros es muy probable que regreses ya noche.
- Agua, yo uso una botella de creo 750ml y la voy rellenando en las tienditas del camino.
- Navaja, herramientas básicas de tu bici.
- Teléfono celular con crédito.
- Identificación y alguna tarjeta con números de emergencia.
- Sudadera para el regreso, traje de baño para las cascadas.
- La comida es opcional, pues siempre puedes comer en algún pueblo, yo llevé un par de sándwiches.
- Planea con anticipación tu ruta usando Google Maps, por ejemplo. Pregunta a quien ya haya ido, trata de memorizar lo principal, como en donde hay que cambiar de carretera, ya se sabe que solo las ciudades son territorio Telcel y nada te garantiza que haya señal y puedas checar el mapa en el camino (con Google Maps puedes descargarlo de antemano).
- Creo que sobra decir que una buena condición física es obligatoria, y previa experiencia en rodadas largas (si crees las subiditas del Parque Lineal / Estrella de Puebla son pesadas y si jamás has hecho mínimo 4h en la bici -no, spinning ni cuenta ni sirve- no vas a poder con esto).
Lo primero digno de mención es la presa de Valsequillo, que tuve que cruzar vía la famosísima panga, que cuesta cero pesos para bicicletas y toma muy poco tiempo. La gente te ve con cierta fascinación pues ellos hacen cola en sus automóviles.
De ahí hay que terminar de cruzar San Baltazar Tetela y seguir rumbo a El Ahuacate y Huehuetlán el Grande, no hay mucho pierde y si tienes dudas pregunta a los locales.
Una vez en El Ahuacate deberás tomar rumbo a Atlapulco.
Pasando El Aguacate, rumbo a Atlapulco, debes estar atento a una desviación de terracería, que tampoco está tan complicada pues está bajando unas curvas y es la única que hay, además hay una parada de autobús de piedra ahí mismo, es muy evidente. Debes tomar ese camino hacia la izquierda y seguir un buen tramo por terracería hacia San Agustín Ahuehuetla.
El camino hasta ahora muy bien, carreteras federales muy poco transitadas, mucho calor, verdor, frescura y el olor de las montañas. Sin ningún problema.
Las curvas de bajada hacia la desviación de terracería son muy rápidas, 60km/h sin darte cuenta en bicicleta de montaña. Hay que tener bastante precaución por que son dos carriles angostos y por la vegetación son curvas ciegas.
El camino de terracería tampoco está tan mal, pero si está empinado y aquí es donde empezaba a preocuparme un poco por el regreso.
San Agustín Ahuehuetla es un pueblito muy pequeño, de hecho ni siquiera le tomé fotos. Allí creo cometí un error pues decidí continuar en bicicleta hasta las cascadas, y si bien ya era muy poca la distancia (menos de 4km), el camino en su mayor parte era intransitable para una bicicleta y en esas partes había que cargarla, lo cual es muy incómodo mientras vas brincando rocas y raíces enormes, cuidando también no caer al agua. La otra opción era dejarla con candado en las memelas de San Agustín, pero como iba solo no me pareció la mejor idea.
Pregunté en las memelas si iba bien y continué.
En el camino encontré a un grupo de jóvenes, 3 chicos y una chica, y platicamos un poco, eran visitantes asiduos y me aseguraron que ya faltaba muy poco. Muy sorprendidos que viniera desde Puebla.
En una tubería de agua potable alguien tuvo la brillante idea de poner un cáliz del que brota agua fresquísima; aproveché para enjuagarme el polvo del camino y el sudor, y rellenar mi botella.
Después del cáliz el camino se puso mucho peor y fue ahí donde prácticamente tuve que cargar mi bici todo el tiempo 🙁 pero valió la pena, el río empezaba a ensancharse y el agua a verse cada vez más verdi-azul.
Al fin, al llegar a las cascadas propiamente, una pareja de vendedores de memelas me recibió de la mejor manera: el esposo puso una Victoria helada en mis manos sin preguntarme nada. ¡Carajo!
Me tomé dos de un jalón, por supuesto. Me puse mi traje de baño (a la hora que llegué había casi nada de gente, dejé mi bici amarrada a un árbol y encargada con los vendedores y continué hacia la parte superior de las -ah, ¿no las he mencionado?- hermosísimas cascadas de San Agustín Ahuehuetla.
Las cascadas tienen 4 pozas, y obviamente la superior es en la que me iba a quedar yo. La subida no está complicada y bien vale la pena. Puse mis cosas en una piedra más o menos alejada de por donde llegaría toda la gente, y me metí a nadar justo junto a la cascada que cae a la poza de abajo… El agua estaba helada, pero como moría de calor y cansancio (hice 47km en 2h:51m de pedaleo, el tiempo total obviamente es mucho mayor pues cuenta semáforos, paradas en tiendas, etc, a 16km/h y 62km/h max) me cayó increíblemente bien.
La gente empezó a llegar, y como siempre muchos no se saben comportar: animaban a gritos a los de los clavados, pero en serio a gritos, como los simios incivilizados que son. Muy desagradable, pero bueno, yo odio al mundo. Entonces me pasé a la pequeña cascadita y el ruido del agua ya no me dejaba escuchar a la gente.
La chica del grupo que encontré intentó -sin ningún éxito- tirarse del risco. Yo la incité con señas varias veces ¡a ver a que hora! y solo se reía pero le daba miedo. Era una chica muy agradable.
Nadé más de dos horas y me hubiera quedado más tiempo si no fuera por que sabía que me esperaba todo el maldito regreso, una subida interminable hasta poco antes de la presa.
Había llegado otro grupo de chicos y chicas y ellas estaban bastante lindas, muy guapas, niñas bien, pero ni como hablarles: uno sin wingman que diga “haaaave you met Esteban?” y ellas acompañadas, pero cuando tomé mis cosas para irme, pasé junto a ellos y uno me saludó y preguntó si había llegado en bici y desde donde, “¿ven? ¡es el que rebasamos en la terracería!” (yo los volví a rebasar en lo que ellos iban a pie), los demás chicos y chicas asintieron sorprendidos y yo como buen torpe no supe como continuar la plática con ellas. Asentí y dije cualquier tontería en neandertal, les deseé un buen día y me fui.
Le pagué mis chelitas al vendedor, preparé mi bicicleta, me cambié por mis putishorts (así bautizó una chica Self a los shorts que uso para hacer ejercicio, ¡pura envidia!) de la bici y emprendí el dificultoso regreso.
El camino de terracería de regreso resultó peor de lo que pensaba, pesadísimo. De hecho en muchos tramos tuve que bajarme de la bici y caminar de tan empinado que estaba. Si lo aguantaba, pero tomaba en cuenta que me faltaba todo lo demás -que también es subida- y tenía que guardar fuerza y energía, y solo había comido mis dos sándwiches y mis dos chelitas.
Al llegar a la parada de autobús descansé un buen rato recuperándome, juré jamás repetir tamaña idiotez, y seguí hasta El Aguacate. ¿Recuerdan las curvas de bajada de 60hm/h? ¡Están mortales de subida! Pero al ser pavimento es mucho más sencillo. Me corté con una espina al acercarme mucho a una planta carretera.
Llegué a El Aguacate y me detuve en el prácticamente único restaurant carretero a comerme unas memelitas (venden guisos, moles, sopa…) y volví a encontrarme al grupo de chicos que encontré por El Cáliz… ¡Creo que la chica me estalqueaba! 😉 Me hice amigo de un gato.
Estaba tan cansado que pregunté si no había algún motelito por ahí; consideré seriamente pasar la noche e irme a Puebla al otro día, pero que no, que hasta Valsequillo. Así que me comí algunas memelas, tomé una coca y agua, descansé otro rato -no mucho, pues las nubes ya amenazaban mucho- y continué.
Después de ahí se empezó a nublar por completo y los paisajes resultantes fueron los más hermosos del camino.
Antes de San Baltazar se soltó el súper aguacero, tanto que tuve que pararme en un edificio abandonado en una intersección por que las gotas se sentían como alfileres, sin contar que venía bajando más rápido que los automóviles, esperé a que amainara un poquito y seguí -siempre lloviendo- hacia La Panga. La fila de autos era ridícula, monumental, y todos me veían como si estuviera por completo loco; yo los veía como si fueran por completo comunes. El piso de La Panga es de metal, así que es mejor bajarse de la bici con piso mojado. Crucé, dejó de llover, y llegué a Puebla sano y salvo, y a excelente ritmo, lo que me había matado era el sol y las subidas, después de atascarme de memelas y más agua estaba dándole muy bien a los pedales.
De regreso hice los mismos 47km pero en 3h:42m, a casi 13km/h y 60km/h max. ¡Lo pesado fue el kilómetro vertical de ascenso, 1094m según endomondo (1400 en total, ida y vuelta, según mi reloj)!
En total de pedaleo fueron 6h:33m, que se incrementa muchísimo pues endomondo no cuenta el tiempo muerto (así lo tengo configurado). Como les decía, si requiere cierta condición física.
En definitiva hice un genial viaje, lo pasé muy bien solo y lo volveré a hacer el año que viene en época de calor. Es algo que no puedo hacer demasiado seguido, e ir de nuevo al lineal/metropolitano resultó un poco deprimente, pero en fin, hay lo que hay.
¡Qué tengan una buena rodada! Y con gusto resolveré sus dudas en los comentarios.
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